Hijos
de la ciudad, conoceis el sabor del asfalto. Os late el corazón como
un reloj. Sois alérgicos al polen, al polvo y al pelo de gato.
Aborrecéis a los insectos, a los pájaros también. Lleváis a los
animales limpios y perfumados, atados con una correa, recogéis su
mierda y cuidáis de su alimentación.
Os
perdeis por las calles con la mirada velada por las gafas de sol
¿Teméis la luz? Puede, por eso os movéis por las galerías
subterráneas, corriendo sin descanso, ignorantes del pie amenazador
que planea sobre nuetras existencias eficientes y bien organizadas.
Los
hijos de la civilización empachan sus sentidos esquivando la
humanidad.
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