Al
carácter dubitativo e indeciso que llevo profesando tantos años, he
venido a añadir una cruel sinceridad que tampoco me lleva a la
acción. Interrogo a mi alma sin piedad, hasta quedar exhaustos
ambos. Entonces la abandono de nuevo en su celda, sin haber obtenido
respuesta.
Cansado
del oficio de torturador, salgo de los muros que me cercan para
volver a trillar los mismos senderos acotados, levantando polvo y
pateando piedras.
Una
vez rotos los diques y las menguadas fronteras a partir de los que
construí mi vida, el mundo me viene grande. Alzo la vista al
sol del ocaso y me digo: quise ser valiente aunque me supiera
cobarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario