Erguido
ante la naturaleza, el viento me fustigaba despiadado y silbaba
rabioso al colarse entre las grietas del mundo. Busqué la paz a
trompicones por el barro, la bahía estaba desierta. Cuando ya estaba
por rendirme, un guiño del destino me libró de la carga que
arrastraba. Alcé los brazos al cielo gritando: nada importa en
verdad, estamos solos.
Canté,
reí y bailé como un loco, mostrando los dientes a las estrellas,
hasta que inconsciente y agotado, miré a mi alrededor y descubrí
que una cloaca a mi lado vomitaba aguas fecales ¡luché contra un
aire de mierda y creí que vencía!
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