Nunca seremos estatuas de bronce. Tenemos pelo, uñas y carne. La
carne que crece, envejece y cuelga. La carne otrora tersa, ahora se
hincha, se arruga y se hiere. Nos cuidamos. Alimentamos, lavamos y
tapamos los cuerpos que se buscan, sudan y sangran. Somos tendones,
músculos y partes cavernosas.
Las lenguas lamen e identifican sabores para nosotros. Las manos
palpan, recorriendo cuerpos hasta donde llega el brazo, acariciando
superficies, detectando frío, suavidad o aspereza. Los ojos
humedecidos miran por nosotros, nos reflejan tristes con ojeras o
sonríen, fugaz destello como la pareja enamorada. Los orejas enfocan los oídos y perciben un sinfin de sonidos, de pájaros que cantan,
de zumbidos y runruns.
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