viernes, 27 de enero de 2017

Génesis del Dios Dinero



          Al principio sólo existían sobre el mundo las plantas, los peces y los animales. El Dios Dinero vio que aquello era bueno para hacer negocios así que separó a los humanos de las bestias y les ungió con el yugo de la esclavitud, llamándoles soberanos de la creación, domesticados como el asno y el buey, que temen el azote del látigo de su amo. El Dios Dinero expulsó a la humanidad del jardín de las delicias, donde vivían despreocupadamente y les ordenó trabajar para aumentar la producción de bienes y los humanos obedecieron, sojuzgando a la naturaleza, para convertir las semillas, las piedras y las aguas en riqueza. Las tinieblas salieron así del abismo y se extendieron por el mundo, cubriendo la tierra con un manto espeso.
         
          Escudriñó el Dios Dinero el corazón de los hombres y descubrió que ansiaban cómodos placeres. A la voz del Dios Dinero descendió del cielo, con estrépito y fuego, la visión del paraíso celeste, lleno de manjares y entretenimientos. Los hombres entonces apetecieron de aquellas cosas y elevaron las manos y las plegarias al Dios Dinero para que les permitiese disfrutar del ocio y el consumo. El Dios Dinero satisfecho con su pueblo ordenó que trabajaran sin descanso ni protestas y construyeran grandes templos para Su mayor gloria. Entonces dijo: -Destruyamos el árbol de la sabiduría con su fruta y arranquemoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya memoria de su nombre.- y el pueblo obediente exterminó las plantas y los animales, porque en su ceguera, no reconocían la verdad ni la inteligencia y vivieron entonces entre soberbias constucciones y montañas de basura, comiendo heces y bebiendo orines, cada uno en una celda estrecha. Los hombres andaban como ciegos y sus bienes eran estiercol, pero ebrios de estupidez, se creían la cúspide de la civilización.

          La ciudad fortificada donde se alzan los templos del Dios Dinero tiene por príncipes a hienas rugientes, sus jueces son lobos nocturnos que no dejan ni huesos para el día, sus profetas son prevaricadores, sus sacerdotes contaminan los santuarios y falsean la ley, porque el perverso no conoce la vergüenza y es grato a los ojos del Dios Dinero. Aconteció entonces que los delincuentes se multiplicaron sobre la faz de la tierra y vio el Dios Dinero que su avaricia era insaciable y sus corazones negros como la noche. El Dios Dinero les bendijo y les ordenó multiplicarse y mentir hasta dominar todo cuanto alcanzara la vista y ellos obedecieron y se hicieron gobernantes. En el altar de los sacrificios inmolaron hecatombes de siervos a Su mayor gloria, columnas de humo se alzaron hasta el cielo y el Dios Dinero aspiró el aroma satisfecho. Después tomó el Dios Dinero forma democrática y dijo así: -Oid mi voz y cumplid mis palabras conforme lo que os mando y yo seré vuestro Dios. Pregonad en las ciudades y será maldito el que no obedezca, porque yo soy el Dios Dinero y ay del no humille la frente a mi poder. Os he condenado a vosotros y a vuestra descendencia a la cautividad, para que no descanseis de vuestro trabajo, para que no conozcais la prosperidad y vivais siempre atemorizados. Porque yo destruiré todas las solidaridades y os castigaré con justicia. Aquel que aparte los ojos de mí, será cubierto de vergüenza y oprobio.
         
          Desde el trono excelso de su majestad el Dios Dinero contemplaba a los hombres acumular riquezas y temió la terquedad de algunos esclavos que albergaban orgullo en su corazón, semilla de la sedición y miraban de reojo murmurando y persistían en los goces que no provenían del consumo y el trabajo. El Dios Dinero abrió un claro entre las nubes y advirtió con una voz que resonó en los confines de la tierra, llamando a su pueblo a la congregación: -Yo cargué de hierros a vuestros padres y de plomo a vuestros abuelos, porque abominaron de su condición de esclavos. Vosotros que aún guardáis dignidad y clamáis contra mí, seréis como el cordero inocente que será degollado. En el mundo entero mi gloria resplandece, mis enemigos humillados comen polvo y cardos, cargados de fatigas y trabajos. No prestéis oídos, pueblo insensato, a quienes quieren introducir en vosotros dudas, porque ellos son manantial de aguas impuras y su boca un foco de infección. Temedme a mi que soy el Dios de vuestros amos, porque os castigaré con justicia sino obedecéis.
          Pero aún había quien no adoraba a la burra refulgente multicolor, ni al becerro de oro y musitaban contra la iniquidad y la injusticia. El Dios Dinero entonces se llenó de ira y mandó a sus perros uniformados, que abrían las fauces llenas de moscas y tenían el corazón duro como piedras de basalto. Cuando los irredentos fueron cazados, como presas que se arrastran sobre el vientre, se encarnó el Dios Dinero en televisión y dijo:
-Amargo será el día de mi cólera, la oscuridad será grande y el sonido de las trompetas romperá las fortificaciones como un aullido poderoso. Destruiré por completo todas las cosas sobre la faz de la tierra. Destruiré a los hombres y las bestias y las  aves del cielo y los peces del mar. Extenderé mi mano sobre los hombres y exterminaré a los seguidores de la fraternidad. Nombraré ministros a los malvados, saquearé la casa de los justos y perseguiré a los que descansan tranquilos. Congragaos nación de esclavos, buscad a los humildes de la tierra y cargadles de cadenas porque ungidos a mi carro llevarán los ídolos dorados y serán objeto de mofa y escarnio. Buscad a los mansos de la tierra y adornarles con flores y guirnaldas, porque ellos son el alimento de mis máquinas. El furor de mi ira será descargada sobre los que osen dudar de mi verdad, porque yo soy el Dios Dinero y ante mí se inclinan los poderosos y todas las naciones de la tierra, porque mi espada es terrible y vengativa.

          El Dios Dinero admiró su esplendor que radiaba sobre el mundo con luz cegadora, entonces hizo converger sobre la diadema de su Gloria a todos los astros del universo y se hinchó de soberbia. Convocó a sus seguidores que derrochaban las riquezas de la tierra y pisoteaban el suelo con rabia, llamó a los mezquinos y a los miserables, a los seres de espíritu rencoroso que odian la vida y las diversiones
 Estais todos invitados al convite donde derrocharemos la fortuna y apuraremos el caliz de los placeres. A vosotros que os alegráis en vuestro corazón por las cosas sencillas de la vida, os asolaré implacable como el viento del desierto y no habrá lugar donde podáis esconderos de la ira del Señor. Toda la tierrra será consumida con las llamas de mi soberbia.