Al principio sólo existían sobre el
mundo las plantas, los peces y los animales. El Dios Dinero vio que aquello era
bueno para hacer negocios así que separó a los humanos de las bestias y les
ungió con el yugo de la esclavitud, llamándoles soberanos de la creación,
domesticados como el asno y el buey, que temen el azote del látigo de su amo.
El Dios Dinero expulsó a la humanidad del jardín de las delicias, donde vivían
despreocupadamente y les ordenó trabajar para aumentar la producción de bienes
y los humanos obedecieron, sojuzgando a la naturaleza, para convertir las
semillas, las piedras y las aguas en riqueza. Las tinieblas salieron así del
abismo y se extendieron por el mundo, cubriendo la tierra con un manto espeso.
Escudriñó el Dios Dinero el corazón de
los hombres y descubrió que ansiaban cómodos placeres. A la voz del Dios Dinero
descendió del cielo, con estrépito y fuego, la visión del paraíso celeste,
lleno de manjares y entretenimientos. Los hombres entonces apetecieron de
aquellas cosas y elevaron las manos y las plegarias al Dios Dinero para que les
permitiese disfrutar del ocio y el consumo. El Dios Dinero satisfecho con su
pueblo ordenó que trabajaran sin descanso ni protestas y construyeran grandes
templos para Su mayor gloria. Entonces dijo: -Destruyamos el árbol de la
sabiduría con su fruta y arranquemoslo de la tierra de los vivientes, para que
no haya memoria de su nombre.- y el pueblo obediente exterminó las plantas y
los animales, porque en su ceguera, no reconocían la verdad ni la inteligencia
y vivieron entonces entre soberbias constucciones y montañas de basura,
comiendo heces y bebiendo orines, cada uno en una celda estrecha. Los hombres
andaban como ciegos y sus bienes eran estiercol, pero ebrios de estupidez, se
creían la cúspide de la civilización.
La ciudad fortificada donde se alzan
los templos del Dios Dinero tiene por príncipes a hienas rugientes, sus jueces
son lobos nocturnos que no dejan ni huesos para el día, sus profetas son
prevaricadores, sus sacerdotes contaminan los santuarios y falsean la ley,
porque el perverso no conoce la vergüenza y es grato a los ojos del Dios
Dinero. Aconteció entonces que los delincuentes se multiplicaron sobre la faz
de la tierra y vio el Dios Dinero que su avaricia era insaciable y sus corazones
negros como la noche. El Dios Dinero les bendijo y les ordenó multiplicarse y
mentir hasta dominar todo cuanto alcanzara la vista y ellos obedecieron y se
hicieron gobernantes. En el altar de los sacrificios inmolaron hecatombes de
siervos a Su mayor gloria, columnas de humo se alzaron hasta el cielo y el Dios
Dinero aspiró el aroma satisfecho. Después tomó el Dios Dinero forma
democrática y dijo así: -Oid mi voz y cumplid mis palabras conforme lo que os
mando y yo seré vuestro Dios. Pregonad en las ciudades y será maldito el que no
obedezca, porque yo soy el Dios Dinero y ay del no humille la frente a mi
poder. Os he condenado a vosotros y a vuestra descendencia a la cautividad,
para que no descanseis de vuestro trabajo, para que no conozcais la prosperidad
y vivais siempre atemorizados. Porque yo destruiré todas las solidaridades y os
castigaré con justicia. Aquel que aparte los ojos de mí, será cubierto de
vergüenza y oprobio.
Desde el trono excelso de su majestad
el Dios Dinero contemplaba a los hombres acumular riquezas y temió la terquedad
de algunos esclavos que albergaban orgullo en su corazón, semilla de la
sedición y miraban de reojo murmurando y persistían en los goces que no
provenían del consumo y el trabajo. El Dios Dinero abrió un claro entre las
nubes y advirtió con una voz que resonó en los confines de la tierra, llamando
a su pueblo a la congregación: -Yo cargué de hierros a vuestros padres y de
plomo a vuestros abuelos, porque abominaron de su condición de esclavos.
Vosotros que aún guardáis dignidad y clamáis contra mí, seréis como el cordero
inocente que será degollado. En el mundo entero mi gloria resplandece, mis
enemigos humillados comen polvo y cardos, cargados de fatigas y trabajos. No
prestéis oídos, pueblo insensato, a quienes quieren introducir en vosotros
dudas, porque ellos son manantial de aguas impuras y su boca un foco de
infección. Temedme a mi que soy el Dios de vuestros amos, porque os castigaré
con justicia sino obedecéis.
Pero aún había quien no adoraba a la
burra refulgente multicolor, ni al becerro de oro y musitaban contra la
iniquidad y la injusticia. El Dios Dinero entonces se llenó de ira y mandó a
sus perros uniformados, que abrían las fauces llenas de moscas y tenían el
corazón duro como piedras de basalto. Cuando los irredentos fueron cazados,
como presas que se arrastran sobre el vientre, se encarnó el Dios Dinero en
televisión y dijo:
-Amargo será el
día de mi cólera, la oscuridad será grande y el sonido de las trompetas romperá
las fortificaciones como un aullido poderoso. Destruiré por completo todas las
cosas sobre la faz de la tierra. Destruiré a los hombres y las bestias y
las aves del cielo y los peces del mar.
Extenderé mi mano sobre los hombres y exterminaré a los seguidores de la
fraternidad. Nombraré ministros a los malvados, saquearé la casa de los justos
y perseguiré a los que descansan tranquilos. Congragaos nación de esclavos,
buscad a los humildes de la tierra y cargadles de cadenas porque ungidos a mi
carro llevarán los ídolos dorados y serán objeto de mofa y escarnio. Buscad a
los mansos de la tierra y adornarles con flores y guirnaldas, porque ellos son
el alimento de mis máquinas. El furor de mi ira será descargada sobre los que
osen dudar de mi verdad, porque yo soy el Dios Dinero y ante mí se inclinan los
poderosos y todas las naciones de la tierra, porque mi espada es terrible y
vengativa.
El Dios Dinero admiró su esplendor que
radiaba sobre el mundo con luz cegadora, entonces hizo converger sobre la
diadema de su Gloria a todos los astros del universo y se hinchó de soberbia.
Convocó a sus seguidores que derrochaban las riquezas de la tierra y pisoteaban
el suelo con rabia, llamó a los mezquinos y a los miserables, a los seres de
espíritu rencoroso que odian la vida y las diversiones
Estais todos invitados al convite donde
derrocharemos la fortuna y apuraremos el caliz de los placeres. A vosotros que os alegráis en vuestro corazón por las cosas sencillas de la vida, os asolaré implacable como el viento del
desierto y no habrá lugar donde podáis esconderos de la
ira del Señor. Toda la tierrra será consumida con las llamas de mi soberbia.
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