viernes, 22 de febrero de 2013

I

En la isla de Circe, ya no reconozco a mis compañeros que, encorvados, hociquean por el suelo.
Sólo Ulises permanece altivo y sereno.
Gloria a ti, oh héroe, que no te ufanas en los instintos como un cerdo.
Para ti el hogar y también la esposa fiel. Alcanzarás la fama fiado de tu ingenio.
Mientras yo en la pocilga, engullo los restos que me echan y engordo satisfecho, hasta el día que me lleven al matadero. Entonces no quedará de mi paso por esta vida, más que grasiento embutido de fiambre.

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